
"Aquella vez, llevado por la necesidad del alimento, el cóndor abandonó su imperio sobre los Andes, y tras el goce del tacto azul con el cielo, descendió a la concavidad de un profundo valle.
Se abreviaba el horizonte, se ensanchaban hacia su base los conos enérgicos de los montes, el aire mismo iba perdiendo su pura levedad, y la luz se destrozaba contra las rocas y, rota en chispas, se hundía en la densidad del humus.
Pesaba en los ojos del ave aquella gravedad de la materia, y su instinto de elevación se oscurecía, en tanto el valle íbase abriendo al reposado movimiento de sus alas..."